Semillas de la Indolencia
Sentado en el mismo banco público, como cada mañana, la somnolencia empapa por completo los párpados de su conciencia y la inercia de la desidia se apodera de él un día más, cansado de ver a los patos naufragar en los estanques y de observar a las aves surcar los cielos en sus delirios de grandeza como jamás él lo haría, por más que lo deseara, la desgana le sorbe el seso en una breve distracción de su conducta y recostado a la orilla de su propia existencia, se contempla en el reflejo de unos charcos deshabitados donde ya no nadan los peces de una ciudad que abandonaron la urbe siguiendo el curso oceánico de las tuberías.
Las cañerías clandestinas van dibujando el verdadero sistema circulatorio de la metrópolis, formando extensos vasos sanguíneos, donde venas y arterias confluyen transportando todo tipo de desechos hasta el epicentro mismo del suburbio, a las cloacas de un corazón que late tan deprisa como la vida de sus agitados transeúntes y en este viaje al centro de la tierra, sin submarinos, ni Julio Verne, en este concurrir estrépito, algunos van tomando partida en su propia realidad hasta ser conscientes de su complejidad y oxigenados por la alegría, la ilusión o la esperanza, son devueltos depurados, cargados de optimismo, y los puedes ver correr velozmente por las esquinas, canturrear, rugir palpitantes, sonriendo, besando todo lo que pueda ser besado.
Cerca de allí otro sistema linfático, conduce la idolatría, la envidia o el rencor y los expulsa desterrándolos sin piedad, son aquellos que caminan con los ojos marchitos, la mirada perdida y el no pensar peligro mortal puede leerse en miles de retinas. Junto a ellos el olor a humanidad se torna irrespirable y llegados a este punto sólo restan las semillas de la indolencia...
El hombre del banco se levanta rápidamente, vuelve a observarse en el pequeño barrizal y sin más se descalza los pies para súbitamente comenzar a saltar una y otra vez sobre el charco, haciendo resonar los ecos del agua, girando sobre si mismo, salpicando y bailando y riendo a carcajadas ante la mirada atónita de una pareja que camina frente a él...y en ese atisbo de hilaridad, abraza a la mujer que va de la mano del otro y la besa rabiosamente.... el resto de la historia, forma parte del expediente policial...
Las cañerías clandestinas van dibujando el verdadero sistema circulatorio de la metrópolis, formando extensos vasos sanguíneos, donde venas y arterias confluyen transportando todo tipo de desechos hasta el epicentro mismo del suburbio, a las cloacas de un corazón que late tan deprisa como la vida de sus agitados transeúntes y en este viaje al centro de la tierra, sin submarinos, ni Julio Verne, en este concurrir estrépito, algunos van tomando partida en su propia realidad hasta ser conscientes de su complejidad y oxigenados por la alegría, la ilusión o la esperanza, son devueltos depurados, cargados de optimismo, y los puedes ver correr velozmente por las esquinas, canturrear, rugir palpitantes, sonriendo, besando todo lo que pueda ser besado.
Cerca de allí otro sistema linfático, conduce la idolatría, la envidia o el rencor y los expulsa desterrándolos sin piedad, son aquellos que caminan con los ojos marchitos, la mirada perdida y el no pensar peligro mortal puede leerse en miles de retinas. Junto a ellos el olor a humanidad se torna irrespirable y llegados a este punto sólo restan las semillas de la indolencia...
El hombre del banco se levanta rápidamente, vuelve a observarse en el pequeño barrizal y sin más se descalza los pies para súbitamente comenzar a saltar una y otra vez sobre el charco, haciendo resonar los ecos del agua, girando sobre si mismo, salpicando y bailando y riendo a carcajadas ante la mirada atónita de una pareja que camina frente a él...y en ese atisbo de hilaridad, abraza a la mujer que va de la mano del otro y la besa rabiosamente.... el resto de la historia, forma parte del expediente policial...
3 comentarios:
Me gusta la fluidez de imagenes con la precisión exacta de la palabra. a veces la sensibilidad del personaje nada en poesía.
Un saludo.
Muchas gracias el otro es un placer recibir tu visita de nuevo y me alegra que te guste este personaje tan peculiar y tan poco previsible.
Un abrazo.
Arwen
Pues me ha gustado el inicio de este relato del hombre del banco, no sé si será el banco o la mirada de ese señor o ambos, pero tienen la capacidad de bucear más allá de la suoerficie, y esto en un mundo donde cada vez prima más quedarse tan solo en la superficie es una virtud en peligro de extinción.
Saludos.
P.d: Seguiré leyéndote.
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