Cap.XIII EL HOMBRE DEL BANCO: El banquete.
Tras escapar de la clínica oftalmológica, el hombre del banco regresa a su vivienda habitual, el banco público situado en la parte derecha del parque de la Route, aquel que los rayos solean en otoño, nada más comenzar el día, acompasado por el vibrante trinar de los pájaros y el maullido intenso de algún gato en celo. Con semejante sinfonía, el hombre del banco, se despereza en su trono público, satisfecho de haber escapado de las garras del empalagoso marqués aunque consternado por la pérdida de su abrigo económico. El hombre del banco, se estira cuan largo es y con paso firme comienza a recorrer algunos de los senderos del parque donde no tarda en ver a un grupo de mujeres ataviadas de negro riguroso que lloran copiosamente.
- ¡Oculoris! -exclama-, alguien lo ha encontrado antes que yo. Y con la duda y el temor de que su gran proyecto hubiera podido ser perpetrado por otras mentes el hombre del banco se acerca sigilosamente a la congregación de mujeres enlutadas y rompe a llorar extenuado, apenado, al haber perdido hasta sus sueños...
Las mujeres lo abrazan, lo consuelan, lo miman y él se deja acunar entre sus brazos, al tiempo que lo conducen a través de las calles cercanas al parque, a un piso pequeño donde un cadáver de cuerpo presente preside el centro de la sala. Muchos más hombres y mujeres, lloran desconsolados la pérdida de aquel ser, en una mesa cercana una fotografía del difunto cita "nunca te olvidaremos, Dr.Honoris...", ¡su sueño estaba a salvo!...toda aquella gente no sabía nada en absoluto de Oculoris...y además una larga mesa de manjares exquisitos se rendía a sus pies donde todos comían y bebían a placer. El hombre del banco, come uno tras otro todos los canapés situados en forma de pelotón en las diferentes bandejas, bebe vinos y licores y después de varias horas de ingesta y como muestra de gratitud hacia todos aquellos plañideros, lanza un sonoro eructo en mitad de la sala, dedicándoles a continuación la mejor de sus sonrisas.
Pero después de cuchichear un rato, los maleducados y desconsiderados familiares y amigos del difunto, le insultan y lo llaman impostor, tirándolo a cajas destempladas del velatorio.
Ya fuera, el hombre del banco, con el estómago lleno, sus sueños depositados nuevamente en Oculoris y la mirada altiva, no dejándose desalentar por aquellos hipócritas seres humanos...se desdibuja de vuelta a su hogar, silbando con gran euforia, como un ruiseñor en la tierra, una melodía que dice..."cuando un amigo se va"...
- ¡Oculoris! -exclama-, alguien lo ha encontrado antes que yo. Y con la duda y el temor de que su gran proyecto hubiera podido ser perpetrado por otras mentes el hombre del banco se acerca sigilosamente a la congregación de mujeres enlutadas y rompe a llorar extenuado, apenado, al haber perdido hasta sus sueños...
Las mujeres lo abrazan, lo consuelan, lo miman y él se deja acunar entre sus brazos, al tiempo que lo conducen a través de las calles cercanas al parque, a un piso pequeño donde un cadáver de cuerpo presente preside el centro de la sala. Muchos más hombres y mujeres, lloran desconsolados la pérdida de aquel ser, en una mesa cercana una fotografía del difunto cita "nunca te olvidaremos, Dr.Honoris...", ¡su sueño estaba a salvo!...toda aquella gente no sabía nada en absoluto de Oculoris...y además una larga mesa de manjares exquisitos se rendía a sus pies donde todos comían y bebían a placer. El hombre del banco, come uno tras otro todos los canapés situados en forma de pelotón en las diferentes bandejas, bebe vinos y licores y después de varias horas de ingesta y como muestra de gratitud hacia todos aquellos plañideros, lanza un sonoro eructo en mitad de la sala, dedicándoles a continuación la mejor de sus sonrisas.
Pero después de cuchichear un rato, los maleducados y desconsiderados familiares y amigos del difunto, le insultan y lo llaman impostor, tirándolo a cajas destempladas del velatorio.
Ya fuera, el hombre del banco, con el estómago lleno, sus sueños depositados nuevamente en Oculoris y la mirada altiva, no dejándose desalentar por aquellos hipócritas seres humanos...se desdibuja de vuelta a su hogar, silbando con gran euforia, como un ruiseñor en la tierra, una melodía que dice..."cuando un amigo se va"...