Cuando se despertó no recordaba nada de la noche anterior, salvo por ese sabor salino en toda su boca que lo hacía lamerse los labios como un perro y un desasosiego que lo recorría de arriba a abajo y le dejaba una sensación inequívoca de malestar, comprobó que la cama estaba revuelta, las sábanas empapadas de sudor y comprendió que no había dormido solo cuando vio sobre la almohada una nota que decía..."buenas noches mi amor, llámame algún día"...lo firmaba una tal Marta y junto a las letras, restos de carmín, olor a perfume y en la mesilla contigua las cenizas de una hoguera de vanidades lascivas sucumbidas en un par de vasos donde se vislumbraban los resquicios del whiskie anegado en hielo...
Fuera llovía con fuerza, sin piedad sobre los vehículos, el asfalto, la ciudad, en un lejano horizonte que alumbraba las montañas, el viento infernal giraba sobre si mismo, embravecido, demoliendo todo lo que encontraba a su paso. Sólo hacía media hora que ajeno a todo este temporal Adel yacía sobre su colchón, regocijándose y acompañándome en un viaje que algo sabe de pasados y de futuros y que puestos a elegir se enclava en el presente como una daga perniciosa, reflejo fiel de su fantasía, un párrafo sólo escrito por él mismo donde un paraíso abrupto se eleva de pronto ante sus ojos y el océano infinito le abre sus fauces de par en par engulliéndolo hasta saciarse de humanidad...llegados a este punto ya no existe más frontera que el agua salobre y las olas tranquilas se tornan coléricas y le golpean en medio de su inmensidad espumosa, estremecido por el terror, sabiendo que es el fin, que te ahogas en esa masa líquida omnipotente, en la que por más que lo intentas no alcanzas superficie y braceando exhausto el agotamiento se apodera de ti para llevarte a las profundidades sombrías, restos de tu memoria pasan velozmente ante tus ojos para mostrarte de que material estás hecho y en esa muerte asfixiadora descubres los inconvenientes de ser humano, incluso cuando yo soy un sueño, tu sueño, el abismo onírico de tu inconsciente, donde te es imposible tomar el control...y ahora, sólo puedes morir, es demasiado tarde para salvar vidas... y yo no puedo hacer nada por ayudarte porque sólo soy parte de ti, de tu subconsciente, el espejo impoluto de tus deseos y anhelos subterráneos...¡muramos juntos!...¡mátame si puedes! o sólo...si lo deseas...
- ¡Socorro!, ¡ayúdenme!, el grito histérico de Adel cortó la madrugada en mil pedazos, tantos segmentos como apuntaba su taquicardia, la sudoración de sus manos o las ganas de vomitar. Abrió los ojos con delirio, buscando respuestas mientras respiraba profundamente comenzando a relajar el pulso frenético y miró hacia la ventana... fuera llovía con fuerza, sin piedad sobre los vehículos, el asfalto, la ciudad, el lejano horizonte que alumbraba las montañas, el viento infernal giraba sobre si mismo, embravecido, demoliendo todo lo que encontraba a su paso...la cama estaba revuelta, las sábanas empapadas de sudor...y comprendió, que no había dormido solo...
Fuera llovía con fuerza, sin piedad sobre los vehículos, el asfalto, la ciudad, en un lejano horizonte que alumbraba las montañas, el viento infernal giraba sobre si mismo, embravecido, demoliendo todo lo que encontraba a su paso. Sólo hacía media hora que ajeno a todo este temporal Adel yacía sobre su colchón, regocijándose y acompañándome en un viaje que algo sabe de pasados y de futuros y que puestos a elegir se enclava en el presente como una daga perniciosa, reflejo fiel de su fantasía, un párrafo sólo escrito por él mismo donde un paraíso abrupto se eleva de pronto ante sus ojos y el océano infinito le abre sus fauces de par en par engulliéndolo hasta saciarse de humanidad...llegados a este punto ya no existe más frontera que el agua salobre y las olas tranquilas se tornan coléricas y le golpean en medio de su inmensidad espumosa, estremecido por el terror, sabiendo que es el fin, que te ahogas en esa masa líquida omnipotente, en la que por más que lo intentas no alcanzas superficie y braceando exhausto el agotamiento se apodera de ti para llevarte a las profundidades sombrías, restos de tu memoria pasan velozmente ante tus ojos para mostrarte de que material estás hecho y en esa muerte asfixiadora descubres los inconvenientes de ser humano, incluso cuando yo soy un sueño, tu sueño, el abismo onírico de tu inconsciente, donde te es imposible tomar el control...y ahora, sólo puedes morir, es demasiado tarde para salvar vidas... y yo no puedo hacer nada por ayudarte porque sólo soy parte de ti, de tu subconsciente, el espejo impoluto de tus deseos y anhelos subterráneos...¡muramos juntos!...¡mátame si puedes! o sólo...si lo deseas...
- ¡Socorro!, ¡ayúdenme!, el grito histérico de Adel cortó la madrugada en mil pedazos, tantos segmentos como apuntaba su taquicardia, la sudoración de sus manos o las ganas de vomitar. Abrió los ojos con delirio, buscando respuestas mientras respiraba profundamente comenzando a relajar el pulso frenético y miró hacia la ventana... fuera llovía con fuerza, sin piedad sobre los vehículos, el asfalto, la ciudad, el lejano horizonte que alumbraba las montañas, el viento infernal giraba sobre si mismo, embravecido, demoliendo todo lo que encontraba a su paso...la cama estaba revuelta, las sábanas empapadas de sudor...y comprendió, que no había dormido solo...
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