Es horroroso haber nacido muda -pensó-, carecer de voz. Ni un sonido, ni un rumor, ni un eco que poder emitir. Jamás poseería el privilegio de entonar una melodía. Y lo peor de todo es que ella amaba la música, la sentía, la vivía...podía escucharla, pero claro, no podía transmitirla. Siempre callada, sentía profunda admiración por el resto de sus veintiocho compañeras de oficio. Tan ágiles, tan potentes, tan sonoras... y ella en su delirio mudo sólo mera colaboradora de las otras. Jamás faltó a su cita con ellas...delante de unas, en medio de las otras, sabía perfectamente que su función era importante pero también que jamás tendría ni una sola oportunidad en nuestro país. Le habían hablado de otros lugares, de ciudades donde cumplir su sueño.
En un arrebato de fuerza y determinación, con la pujanza colosal que mueve el mundo y con el deseo implacable de cumplir por fin su empeño, renuncia a todo lo que posee...
En un arrebato de fuerza y determinación, con la pujanza colosal que mueve el mundo y con el deseo implacable de cumplir por fin su empeño, renuncia a todo lo que posee...
...y la que fuera una sigilosa letra H...
... se establece para siempre en Londres, donde insólitamente recupera la voz...
... se establece para siempre en Londres, donde insólitamente recupera la voz...
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