Pensó que aquella mañana sería algo especial en su vida, y no se equivocaba, deambuló unos instantes por el callejón que separa la Lonja del Barrio del Carmen y apasionado por lo que el paisaje céntrico y urbano le devolvía se dejó llevar hasta un lugar que conocía bien, uno al que sus pies habían vuelto tantas veces que podría hacer el camino con los ojos cerrados y no se perdería. A la derecha la plaza del Tossal, a la izquierda la tasca que dejaba entrever por sus vidrieras el diminuto local que mantenía el mismo estilo de los años cincuenta. Entrar allí era como permanecer en un túnel del tiempo... de techos altos, decoración antigua, una barra corrida a lo largo del local y las puertas con los marcos de madera mantenían aquel bar con regusto a otros tiempos...reconoció enseguida las pequeñas y octogonales mesas de madera, perfectamente alineadas a modo de pelotón, junto al alicatado antiguo. Bajo la barra, las cajas de plástico donde los clientes amontonaban las cáscaras de los mejillones y los mismos camareros de siempre, robustos y simpaticones, empuñando el grifo de la cerveza, y dando el turno a los clientes...sin dudarlo un segundo se dirigió al fondo, dónde él ya sabía que se encontraba la mesa comunitaria, una gran tapa de mármol blanco de principios del siglo pasado hacía las veces de mesa de reunión para los que no encontraban sitio al otro lado, era interesante descubrir como podías sentarte al lado de unos cuantos desconocidos apurando unas cañas y muchas veces hasta entablar conversación...
El hombre del banco colgó su sombrero en la percha cercana, se desabrochó la americana y se sentó en la única silla que quedaba libre. Junto a él una pareja charlaba acarameladamente, un grupo de amigos discutían sobre fútbol y a su mano derecha una melena pelirroja brillaba y dejaba caer su rostro sobre un periódico que deglutía tras unas negras gafas de sol. Pidió un doble - en jarra por favor - y jugueteó sobre la mesa con su deslucido encendedor.
- ¿Me da fuego?- solicitó la pelirroja de las gafas negras, retirándolas de sus ojos.
- Por supuesto que... el hombre del banco no pudo continuar, se quedó allí inmóvil contemplando esos ojos verdes que lo retaban bajo la fina cabellera cobriza, paralizado, muerto de terror al comprobar que aquella bella y solitaria joven no era otra que la mujer que iba de la mano del otro.
- ¿Está usted bien? -se preocupó la joven-
- Nunca he estado mejor -sonrió feliz nuestro hombre-
- ¿Quiere? -le dijo ofreciéndole un cigarrillo-.
- Sí por favor...-continuaba sonriendo el hombre del banco mientras rozaba esa mano blanca que le parecía de otro mundo.
- y si no es mucha molestia, ¿qué es lo que lee con tanta pasión?.
La mujer de las gafas negras no pudo evitar soltar una carcajada, pero enseguida le respondió:
- Leo un artículo sobre la retinosis pigmentaria. Verá me interesa mucho el tema porque estoy tratando con un paciente que la padece e inevitablemente quedará ciego en poco tiempo. Bueno soy oftalmóloga...¿y usted a qué se dedica?...
El hombre del banco al oír esto se regocijó de placer al tiempo que se quedó unos segundos repiqueteando entre sus retinas escuchando replicar una y otra vez las campanas de Oculoris...
- Científico -respondió por fin- sí, científico, bueno realmente soy químico pero me dedico a la investigación de ciertos colirios precisamente para la visión.
- Que interesante -repuso ella-.
Pero antes de que el hombre del banco pudiera intervenir de nuevo, su mirada se clava en la de los dueños del Cyber que acaban de hacer acto de presencia en el local.
-Uy, ¡que tarde que se me ha hecho!, tengo que marcharme ya que había quedado...
- Tranquilo, le invitó yo, ha sido un placer.
- Lo mismo digo. -murmura observándola del mismo modo que se mira al venerar a un Dios.
Y tras esto, el hombre del banco sale a toda prisa por la puerta trasera del local perseguido por la congregación del cyberlocutorio que unos callejones después lo acorralan y a ritmo de reggaetone le propinan unas dosis de castigo en forma de bate de beisbol.
Tendido en el suelo, el hombre del banco da por saldada su cuenta con los morenos, agradece al cielo que aquella mujer estuviera allí para invitarlo, ya que no disponía de dinero para pagar, pero sobre todo se zambulle en su mundo, uno en el que ella ya tenía su espacio junto a él en Oculoris...
...grandes dosis del destino giraban a su favor acompañados por la tibieza de los rayos del sol que apaciguan los golpes recibidos, acariciándolo bajo la recién estrenada primavera...
El hombre del banco colgó su sombrero en la percha cercana, se desabrochó la americana y se sentó en la única silla que quedaba libre. Junto a él una pareja charlaba acarameladamente, un grupo de amigos discutían sobre fútbol y a su mano derecha una melena pelirroja brillaba y dejaba caer su rostro sobre un periódico que deglutía tras unas negras gafas de sol. Pidió un doble - en jarra por favor - y jugueteó sobre la mesa con su deslucido encendedor.
- ¿Me da fuego?- solicitó la pelirroja de las gafas negras, retirándolas de sus ojos.
- Por supuesto que... el hombre del banco no pudo continuar, se quedó allí inmóvil contemplando esos ojos verdes que lo retaban bajo la fina cabellera cobriza, paralizado, muerto de terror al comprobar que aquella bella y solitaria joven no era otra que la mujer que iba de la mano del otro.
- ¿Está usted bien? -se preocupó la joven-
- Nunca he estado mejor -sonrió feliz nuestro hombre-
- ¿Quiere? -le dijo ofreciéndole un cigarrillo-.
- Sí por favor...-continuaba sonriendo el hombre del banco mientras rozaba esa mano blanca que le parecía de otro mundo.
- y si no es mucha molestia, ¿qué es lo que lee con tanta pasión?.
La mujer de las gafas negras no pudo evitar soltar una carcajada, pero enseguida le respondió:
- Leo un artículo sobre la retinosis pigmentaria. Verá me interesa mucho el tema porque estoy tratando con un paciente que la padece e inevitablemente quedará ciego en poco tiempo. Bueno soy oftalmóloga...¿y usted a qué se dedica?...
El hombre del banco al oír esto se regocijó de placer al tiempo que se quedó unos segundos repiqueteando entre sus retinas escuchando replicar una y otra vez las campanas de Oculoris...
- Científico -respondió por fin- sí, científico, bueno realmente soy químico pero me dedico a la investigación de ciertos colirios precisamente para la visión.
- Que interesante -repuso ella-.
Pero antes de que el hombre del banco pudiera intervenir de nuevo, su mirada se clava en la de los dueños del Cyber que acaban de hacer acto de presencia en el local.
-Uy, ¡que tarde que se me ha hecho!, tengo que marcharme ya que había quedado...
- Tranquilo, le invitó yo, ha sido un placer.
- Lo mismo digo. -murmura observándola del mismo modo que se mira al venerar a un Dios.
Y tras esto, el hombre del banco sale a toda prisa por la puerta trasera del local perseguido por la congregación del cyberlocutorio que unos callejones después lo acorralan y a ritmo de reggaetone le propinan unas dosis de castigo en forma de bate de beisbol.
Tendido en el suelo, el hombre del banco da por saldada su cuenta con los morenos, agradece al cielo que aquella mujer estuviera allí para invitarlo, ya que no disponía de dinero para pagar, pero sobre todo se zambulle en su mundo, uno en el que ella ya tenía su espacio junto a él en Oculoris...
...grandes dosis del destino giraban a su favor acompañados por la tibieza de los rayos del sol que apaciguan los golpes recibidos, acariciándolo bajo la recién estrenada primavera...
En el interior, el camarero seguía cantando las tapas.
8 comentarios:
Hola Arwen, siempre esa cuota de misterio y ahora la de los ojos verdes.
Ademas nuestro amigo siempre se las ingenia, un verdadero maestro del vivir.
Un abrazo
Gracias TR por pasar a "Calarte" conmigo y tienes toda la razón, nuestro hombre es un verdadero artísta en el arte de vivir...vivamos pues con él, aunque sea en sus aventuras.... ;D
Besazosss!!!
Arwen
Buenos dias, Arwen. Pensé que por una vez al hombre del banco le iba a salir bien alguna cosilla. Para una vez que no anda de "provocador" llegan los del ciber y le aguan la improvisada cita. En fin, los sinsabores que a veces tiene la vida...
Un abrazo.
Muy buenos días Mar y gracias por pasar a Calarte conmigo y sí está claro que le aguan la fiesta pero yo creo que en el fondo ha sido feliz. ;P
Besotes!!
A ver si ese tipo va a ser pariente mio...
Excelente texto.
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Ja,ja,ja...sinceramente no lo creo Gili.
Muchas gracias. ;)
Un abrazo.
Muy buen relato pense que el hombre del banco iba a tener otra salida....
Muy beun post y tu blog cada vez mejor.
Dejo mi huella con el deseo de un muy buen fin de semana pleno de felicidad, y descanso para la esencia del ser, que en cada quién habita.
Dejo mi huella agradecida por otroras visitas, y abriendo las puertas de mis casas para tu llegada en calidez y cariño, aromatizada en paz.
Dejo mi huella cosechando sentires, caminando al horizonte con el cuerpo sano y el alma calma, arrumada por la tibieza de pan con susurros, saboreando recetas de la abuela, y contemplando un nuevo arte deco….
Dejo mi huella con un cariño extendido a todos Ustedes con paz y semillas de bendiciones.
Marycarmen
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Muchísimas gracias Mª del Carmen, por tu paso por mi guarida de las letras pero sobre todo por tu apoyo.
Un beso y nos Calamos.
Muy buen fin de semana.
Arwen
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