-No sabía que vendría a cenar.
- Ni yo tampoco. Pero acabo de acordarme que tengo sobras de macarrones en la nevera.
- Estarán bien, siempre cocinaste de maravilla.
Fue un encuentro conmigo mismo, un decálogo de las cosas ya sabidas, de los entresijos que amasamos sin agua, ni harina, como buscando más allá de nuestras cocciones personales, del fuego lento de nuestras emociones y de las hornadas de nuestros sentimientos. Y aún así, cuando uno ha vivido con el corazón en la mano, ladeando precipicios de sensaciones enfrentadas es cuando importa como somos, bajo la piel de esta telaraña de bytes que tejemos a diario sin arañas, ni telares, ni presas, bajo los códigos binarios que nada entienden de nosotros pero que transmiten a la perfección un buen número de ceros y de unos, alineados como ejércitos feroces, para desafiar a los que estáis ahí, al otro lado. Y en esa realidad ecuánime de nuestros deseos, en ese devenir de nuestras teclas, que importa como nos llamemos, quienes seamos, si se nos va a conocer por nuestros actos.
- No hay sobras de macarrones en el estante superior del frigorífico.
- No importa, vine ya cenado.
- Ni yo tampoco. Pero acabo de acordarme que tengo sobras de macarrones en la nevera.
- Estarán bien, siempre cocinaste de maravilla.
Fue un encuentro conmigo mismo, un decálogo de las cosas ya sabidas, de los entresijos que amasamos sin agua, ni harina, como buscando más allá de nuestras cocciones personales, del fuego lento de nuestras emociones y de las hornadas de nuestros sentimientos. Y aún así, cuando uno ha vivido con el corazón en la mano, ladeando precipicios de sensaciones enfrentadas es cuando importa como somos, bajo la piel de esta telaraña de bytes que tejemos a diario sin arañas, ni telares, ni presas, bajo los códigos binarios que nada entienden de nosotros pero que transmiten a la perfección un buen número de ceros y de unos, alineados como ejércitos feroces, para desafiar a los que estáis ahí, al otro lado. Y en esa realidad ecuánime de nuestros deseos, en ese devenir de nuestras teclas, que importa como nos llamemos, quienes seamos, si se nos va a conocer por nuestros actos.
- No hay sobras de macarrones en el estante superior del frigorífico.
- No importa, vine ya cenado.
11 comentarios:
Me gusta. Muy Rosa Montero.
Saludos.
Implican nuestros actos mantenernos frescos y naturales? o basta con ser una pasta congelada de supermercado? :P
Muchas gracias Javier. Un saludo.
Xto, buena pregunta, aunque yo opto por lo primero, nunca me han gustado demasiado los congelados, ni los colorantes, ni conservantes... ;D
Besos.
¡Qué importa si no hay macarrones!Hoy,quizás,somos deudores de otro tipo de comida.
Hermosos bytes
Saludos
Saludos Felipe, y puede que tengas mucha razón en tus palabras.
Hermoso comentario el tuyo.
Saludos.
Arwen
Pasemos al café.
Un beso
Pilar, contigo es un placer pasar a los postres, al café o a las copas.
Un gran beso y sigamos disfrutando de la tertulia. ;)
Arwen
Siempre acabamos siendo nosotros mismos, y nuestros actos, es cuestión de tiempo...
Buena cocción de tus palabras (aunque llego con el plato frío, sorry... niños+vacaciones jejeje)
Besos abisales
Abismo, don't worry! este plato esta delicioso caliente o frío... ;)
Un beso y disfruta del tiempo de vacaciones.
Arwen
Da igual que nuestra vida sea ejemplo de seguimiento, si al final actuamos incorrectamente, según los parámetros sociales establecidos, seremos recordados sólo por ese hecho final, no por los actos anteriores. El ser humano es así de rencoroso y falso, en la mayor parte de sus acciones.
Me ha gustado tu reflexión. ;)
Beijinhos.
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