EL NIÑO DESCALZO

martes, 29 de noviembre de 2011
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EL NIÑO DESCALZO


El niño descalzo piensa sobre arena
con abrigar sus pies de la fría tierra.
El niño descalzo pasea sus fieras
por los senderos del pastor,
camino de las pedreras.

El niño descalzo clama a las estrellas
que le manden los astros
unas botitas nuevas.

La tarde oscurece, la senda serpentea
y entre matorrales y aliagas pasea su pobreza.

Mide sus seis años frente a la carrasca tierna,
mientras agotado y exhausto se recuesta
y sueña el niño descalzo
con un puchero escaso
y una manta de franela.

La noche lo mira, mira
¿a dónde habrán ido sus ovejas?...
bajo la luna de la sierra
en brazos de su padre se despierta
calzado y abrigado
con unas botitas nuevas.
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SÓLO UNA CALADA MÁS: EL HIJO.

lunes, 21 de noviembre de 2011
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Lo meció en sus rodillas antes de perderlo para siempre, abrió de par en par las ventanas, se despidió del servicio y sentada en la mecedora se agarró firmemente a los barrotes, mientras vio partir bajo sus húmedos ojos el hijo que nunca existió.
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DIACLASA

martes, 15 de noviembre de 2011
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Se movió hacia un lado, presa del golpeo que percibía, atrapada en su propio ser, aprisionada en si misma, antes de desquebrajarse en múltiples pedazos, reflexionó sobre como había llegado a producirse su propia fractura.
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PERROS

martes, 8 de noviembre de 2011
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Los dos perros rabiosos se despedezan con la mirada, a dentelladas de pupilas lanzan sus ladridos mordidos de estafas frente a un público hambriento y necesitado, deseoso de carnaza.
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CAMPOSANTO.

martes, 1 de noviembre de 2011
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El cementerio parecía tranquilo, inmerso en su silencio sepulcral, acompasado sólo por el viento. Un soplo de aire otoñal más gélido de lo que correspondía a aquel otoño revolvía cada rincón del camposanto, colándose entre las viejas paredes de piedra y cal roídas, los abetos junto a las cruces, la pala del enterrador, los nichos en las paredes, las flores marchitas, como sus propios habitantes, los ramos de plástico decolorados por el tiempo y por el sol... todo en un orden perenne y caduco al mismo tiempo hacían brillar los ojos del pequeño Nicolás, un crío del pueblo de la serranía, arrastra con temor sus nueve años hacia una tumba recién enterrada, junto a él su inseparable primo Carlos, dos años menor, lo observa aterrado sin hacer el menor ruido... el campanario de la vieja iglesia anuncia la media noche y el viento gira ferozmente sobre ellos, como si quisiera llevárselos... los dos niños salen espantados del recinto mortífero, atravesando a toda prisa las aliagas y el romero, gritando como alma a la que perisgue el diablo y al llegar a la plaza una multitud histérica de vampíros, brujas y muertos vivientes se dirigen sin ninguna piedad hacia ellos...
Carlos y Nicolás entre mocos y llantos se tapan la cabeza con sus pequeñas manos, acurrucándose entre sus rodillas... el padre Eloy los abraza entre su elegante traje sacedortal y añade:

-Hijos mios... ¡es Halloween!... no temáis a los muertos... pero hacéis bien en temer a los vivos.
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